lunes, 29 de junio de 2009

En el transporte público te veas

Pues hoy me fui al centro desde temprano a hacer algunos encargos con mi mamá y de paso a pagar los dichosos libros que espero tener en mis manos muy pronto. Así que como buenas peatonas, usamos el transporte público y nos dispusimos a vivir sus consecuencias que son tan variadas como lo son el transporte en sí, los choferes y quienes los usan.
Podrían escribirse tomos completos de "historias de usuarios del transporte público" y no exagero si les digo que hasta dan cabida parar ser ordenadas alfabéticamente y hasta por género, pero en esta ocasión, sólo compartiré con ustedes las más comunes; a saber:
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1. Están las historias de suspenso (porque no sabes cuándo te va a tocar), que involucran a policías y ladrones, que aunque vienen siendo casi lo mismo, la primera especie se distingue por el uniforme de digamos "gala", mientras que los otros van de civil. ¿Quienes si no? Los usuarios del metro o de los micros en la ciudad de México tienen infinidad de anécdotas que contarnos. Pues los que no fueron asaltados en bola, al menos han sido bolseados. Lo que no hay que dejar escapar, es que estas historias comienzan a extenderse por toda la república y aunque no sean tan sonadas, siempre hay que estar alerta.
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2. En otro apartado menos sutil, pero poco desligado del primero, están las historias de terror, que varían de acuerdo a la fobia de los usuarios: Están los claustrofóbicos que casualmente se suben al metro en hora pico y por más que no quepa ni una pulga, la gente sigue empujando para que tratar de entrar o bien, tratar de salir... O en dado caso, tratar de RESPIRAR.
Otro aspecto que causa absoluto pánico es el gusto por algunos "conductores", esa especie tan histriónica que nada le teme al qué dirán y menos a la vergüenza pública. Así que nos hacen partícipes de sus gustos y aficiones. Quien no se haya chutado un concierto de "lo mejor del reggeaton 2008", una antología de narco-corridos y cumbias (en remix, ¿por qué no?) y de paso estar a punto de sufrir un ataque de epilepsia provocado por las luces neón en un camión, que de paso tiene un altar a la virgen de Juquila; puede saltar sin ningún problema del bungee en tres segundos.
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3. Superación personal: Ligado al anterior, se encuentran los pensamientos de miles de pasajeros que una y otra vez se han de repetir: si puedo soportar esto, puedo con cualquier cosa.
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4. Otras historias nada sutiles, se pueden catalogar en "erotismo", aunque más bien sería "pervertismo" pues uno, especialmente una, puede pasar de ser usuaria común a objeto del deseo. Historias hay miles, pero las más comunes se manifiestan con un arrimón sin intención, una embarrada o bien una nalgada. También hay que estar alertas y ante cualquier mirada extraña, lo mejor es cerrarse la chamarra y hacerse a un lado.
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5. Realismo mágico ó lo real maravilloso: ¿Qué mejor ejemplo de esto que un viajecito en camión?
Desde el momento que estiras la mano para que el camión se detenga, hasta el momento en que tocas el timbre que suena a vaca, risa de pájaro loco ó grito de tarzán (créanme, los hay) pasas por toda una experiencia que pareciera cuento de García Márquez. Primero, te topas con el chofer que te dice: pásele, atrás hay lugares, como si el camión tuviera mil metros de largo y miles de asientos para elegir; si de suerte consigues sentarte, ruega a quien creas conveniente que no te toque algún loco como acompañante o bien que no se te encimen si te toca sentarte del lado del pasillo. Qué mejor si tu asiento va alejado de las bocinas tamaleras que ciertos camiones suelen llevar (ciertos...)... Pasado esos primeros diez segundos, lo demás consiste en confiar en que el chofer se lleve bien con el freno, las velocidades y esperar que en su adolescencia haya jugado videojuegos y conserve la habilidad para sortear carros, perros, personas y baches.
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La lista es larga, no así las horas y como hoy caminé lo que la semana pasada no, mis pies, cadera, ojos y toda yo reclaman la cama con absoluta justicia. Lo que si les digo es que hoy sobreviví a un chofer con tortícolis, pues su mirada estaba clavada en su compañero de conversación y a otro con aires de locutor (por aquello de ir hablando por radio), esto me hace pensar en lo afortunada que soy al estar escribiendo esto.
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Besos, nos vemos luego.

sábado, 27 de junio de 2009

Dos peatonas en un día gris

Amanecí hecha bolita, como gato; apenas me di cuenta de que ya era de día pues el sol no había invadido la habitación a pesar de que ya eran las once de la mañana y ni mi mamá había intentado despertarme, algo pasaba.
Cosa extraña, mi cabello amaneció hermosamente alborotado, caprichósamente ondulado y yo sin planes para lucirlo en la calle. Cuando bajé me encontré a mi mamá en la cocina terminando de preparar el desayuno, fue entonces cuando mi estómago me dio primera señal de estar despierta, ¡Ah! Porque lo del cabello, me hizo creer que seguía dormida.
Este día teníamos que ir al banco a hacer el pago de unos libros que encargamos a la libería el Sótano, pero entre el desayuno, la televisión matutina y la vanidad femenina, llegamos demasiado tarde para el banco y hasta para enterarnos que hoy hubo marcha gay con show y todo, y nosotras con las ganas de sacarnos el aburrimiento del cuerpo.
El día definitivamente era gris, pero no del gris animoso de los días nubladitos que tanto me gustan, sino un gris aburrido, chocante, perezoso y pegajoso. Incluso algunas personas parecían contagiadas de la enfermedad gris del aburrimiento. Poco faltó para que mi mamá y yo regresáramos inmediatamente a casa, pero no tenía ni 20 minutos que habíamos puesto pie en el centro, así que nos fuimos a dar una vuelta tratando de desempolvar la pereza.
Un corte de cabello nuevo y una hora después, decidimos que lo mejor era ir a la librería "La Proveedora" (uno de mis lugares favoritos en Oaxaca) a curiosear y de paso hacer hambre. Fue ahí donde, entre polvo de libros y varios títulos, me enamoré de un libro de recetas para postres y claro que después de hojearlo salí de ahí con hambre y con la promesa a mi misma de regresar por ese libro.
La parte buena vino casi al final, después de haber comido copiosamente y salido a dar otra vuelta, pero ya de regreso, por casualidad pasamos por el Museo de la Filatelia, qué lugar tan más lindo y agradable; desafortunadamente ya estaban por cerrar así que nos colamos rápido a la tienda para comprar una postal y una barra de laca dorada que pienso enviar como sorpresa de cumpleaños (la postal, claro) a alguien muy importante para mi en estos dos últimos años.
Por último, salí de ahí con otra promesa, regresar por un juego de sellos de madera con figuras de geisha... bastante divertido el asunto de recordar la infancia volviendo a decorar las hojas con sellitos.
Por lo pronto, estas dos peatonas regresaron a casa tan cansadas y empolvadas de aburrimiento que yo sigo pensando:
Definitivamente fue un día gris...

jueves, 25 de junio de 2009

El precio de la calma o bien, de vivir lejos.

Por alguna extraña razón, a mis padres les ha dado por vivir en lugares algo alejados del centro de la ciudad. Ya sea por perseguir la calma de las zonas apartadas y alejarnos del estrés del tráfico, o bien por mera comodidad y posiblemente el vivir en un lugar casi "inalcanzable" puede ser motivo para que ciertas personas o familiares nos vean justamente como eso: "inalcanzables" debido a que vivimos lejos.
Claro que esto de vivir casi como hermitaños también tiene sus desventajas, que en mi situación de peatona son muchas. Para empezar, sólo exiten dos rutas de transporte público que conectan a mi casa con la civilización y a esto, se le une el servicio de taxis colectivos, cuyo pasaje cuesta casi el doble que el camión y ambos por lo general son bastante ineficientes.
Así que mientras trato de curar mi impuntualidad (y no es que siempre sea mi culpa), parece que el sistema de transporte público quiere sabotearme. Para empezar, salí con tiempo suficiente como para llegar a tiempo al centro, pasar por el puesto de revistas y llegar a mi clase de yoga, sin embargo, me quedé esperando en medio de la nada (bueno, a un lado de la única miscelánea a la redonda) viendo cómo pasaban los colectivos atiborrados de gente y más adelante, divisando la mini terminal de las dos rutas que llegan al complejo de 50 casitas donde vivo, llena de autobuses estacionados y yo, esperando.
30 minutos y algunas maldiciones después, como visión de oasis en el desierto, pasa un colectivo con espacio para una persona y ni tarda ni perezosa, pero sí atrasada, me trepé... Sin embargo, por más que traté de esbozar una sonrisa por ir ya en camino, no logré contentarme y ni la visión de mi tapete de yoga me alegró el viajecito. Lo cierto es que después de un poco de tráfico, una parada y dos piropos en la calle, llegué casi a tiempo a mi clase.
Sinceramente no me consuela que otros compañeros hayan llegado más tarde que yo, pues no se trata de eso... Lo que sí, es que la clase estuvo genial, conocí nuevas posturas de equilibrio, me reí bastante con las ocurrencias de un compañero y estrené un aceitito corporal de tiaré que me compró mi mamá y que deja la piel suave y perfumada (que es lo que se supone hace). Hasta aquí, estaba con mi sonrisa feliz, sin embargo, me tomó como 10 minutos medio borrarla pues el regreso a casa fue igual de desesperante que la llegada, salvo que esta vez, una ligera llovizna comenzó a acosarme.
Ahora se lo que sienten los pollos cuando son transportados, en mi caso, no iba entre pollos pero si con muchas personas apretujadas y empujándose entre sí (que casi es la misma clase de fauna o cuando menos, se le parece mucho), Por fortuna logré encontrar un asiento libre media cuadra después de haberme subido y logré llegar viva a casa y con los cabellos en su lugar.
Mi sonrisa volvió de inmediato, pues fui recibida por el alegre perro "Baguette" (así lo bauticé) que vive en la privada donde vivo y después de alimentarlo y darle unas palmaditas, comenzó a caerse el cielo. Esta vez, contemplé la lluvia desde la ventana de mi salita y de nuevo, la sonrisa volvió a mis labios.

domingo, 21 de junio de 2009

¿Cómo ser un(a) buen(a) peatón(a) y no morir en el intento?

Supongo que algunos se preguntarán el origen del título de este blog y el hecho de que alguien se haga llamar peatona en pleno siglo XXI; aunque la respuesta parece bastante sencilla o incluso obvia, déjenme contarles que hay mucho de por medio.
No es que sea tan pobre que no tenga carro particular (aunque no hay mucha diferencia), pues por las necesidades de esta vida agitada, contamos con dos carros familiares que sólo mi padre maneja (y sí, son algo así como sus dos grandes amores). El caso es que a pesar de tener dos carros estacionados afuera de mi casita ... a mis 23 años aún no manejo.
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Bien, ya pasado el espasmo, les diré que tampoco es algo que me deprima o que me preocupe mucho, aunque el aprender a manejar si está incluido en mi lista de cosas que debo aprender pronto... Sinceramente no encabeza mi lista de prioridades, en fin.
El asunto es que esto de ser peatona tiene su estilo y como cada cosa en la vida, también su complicidad. Así que me di a la tarea de escribir este pequeño manaul para futuros peatones o para quienes ya los son y así compartir la experiencia y algunos tips:
1. Ante todo, ser peatón es una cuestión de principios (más que de pobreza). De autoamor y conciencia por el medio ambiente.
2. Compromiso: Un peatón siempre tiene que respetar y darse a respetar, eso quiere decir no arrojar la basura en la calle (para eso existen los botes de basura).
3. Estilo: Ser peatón no es lo mismo que vagabundo desamparado... Cuida tu cuerpo, caminar te hace bien y tus pies merecen un buen trato.
4. Estar atentos: Aunque el placer de caminar aveces nos lleva a un estado de admiración y casi trance, especialmente si nos adentramos en calles muy bonitas; es importar recordarles que las calles están rodeadas por una gran fauna, no necesariamente de cuatro patas, aunque si en cuatro ruedas.
Vivimos en el planeta de los simios y muchos van en automóvil.
5. Cordura: Por muy rápidos y aventurados que sean algunos peatones, no es lo mismo tropezar con otro peatón despistado y romperse la nariz que tropezar con un carro (y un simio al volante) y de plano romperse toda la... Así que no está de más ser precavidos: aprender a usar el semáforo y cruzar por los pasos cebra (es decir, las líneas amarillas que están en todas las esquinas, hasta los beatles tienen una foto famosa en un paso cebra) son pueden salvar. ¡Abusados, eh!
6. Audífonos: Aunque este tip se puede contradecir con otros anteriores, no podemos evitar el llevar nuestra música propia y movernos al ritmo de esta (de preferencia no en público)... El asunto es cuando una se topa con peatones con problemas auditivos que llevan el celular en altavoz, dándonos sin preguntar una muestra de su repertorio musical, que casi siempre es sólo del gusto del portador o ¿acaso a ustedes les gusta el reggaeton? Solucionarlo es muy sencillo, se llaman "audífonos".
7. Se tu mismo: Aunque algunas veces nos da por ponernos lo que no solemos usar o de plano no nos va, es mejor hacer de nosotros un estilo y evitar copiar lo que otro peatón lleve encima, de esa manera evitaremos no sólo la incomodidad sino también algunas ampollas.
8. Peatón precavido: Y a propósito de las ampollas, una bandita adhesiva nunca está de más en el bolsillo (o bolsote, a como más le convenga al portador), además las hay de diferentes tamaños, marcas y hasta colores y diseños, así que también son divertidas y ayudan a evitar ampollas de más.
9. Oídos sordos: Algunas veces, podemos desbordar cierto encanto (algunas veces) y nunca faltará quien se sienta Mauricio Garcés y te grite algún que otro piropo mal intencionado... Lo mejor en estos casos, es seguir con nuestro camino y hacer caso omiso. En caso de que el acosador insista, entonces se puede optar por gritar.
10. Descanso: Si eres nuevo en esto de iniciar una vida más sana y salir a caminar de vez en cuando, nunca está de más irse con calma y descansar... cada cierto tiempo. No es lo mismo decir "me encanta caminar que, me encantaba caminar".
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Bien, espero que estos pequeños tips les sean de utilidad y si de paso les arranqué una sonrisita me daré por satisfecha.
Saludos.

sábado, 20 de junio de 2009

A propósito de hoy...



Tal vez los amables lectores no lo sepan, pero aquí estoy para contarles, que a fin de cuentas de eso se trata ¿no? Sucede que hoy 20 de Junio, es el día mundial del refugiado. Claro que no se trata de una fiesta feriada ni nada por el estilo, al contrario; me parece que es un día para pensar un poco en los demás, especialmente en quienes se encuentran en situaciones críticas ya sea por conflictos bélicos, políticos, hambrunas, desastres naturales, entre otros factores que detonen este tipo de consecuencias.
Se trata más bien de hacer a un lado nuestro ego, al menos por un momento y si no se quiere optar por el activismo, no está de más informarse porque no hay nada más contraproducente que la ignorancia originada por la mala información, que en muchas ocasiones no hace más que empeorar la situación... Y para muestra, les cuento que durante la histeria de la influenza (sí, y no hubo ningún deceso ni contagio entre mi grande familia ni en la de mis amistades, ni en las familias de mis amistades... etc. Por cierto ¿Alguien conoce directamente un caso?) una señora bastante perturbada entró en pánico y comenzó a insultar a cualquiera que se acercara a ella a menos de metro y medio de distancia... En una fila del banco ¬¬ y después de amenazar al gerente, agredir verbalmente a la señorita que da los turnos, pelearse con un señor de la fila y de paso dar muestras de racismo hacia una pareja de turistas holandeses (así es, el primer mundo también sufre racismo) salió del banco amenazando con quejarse en cierto noticiario matutino... No sin antes, cerrar con broche de oro su muestra de ignorancia dejando sus algodones bañados en alcohol en la ventanilla que según ella limpió.
Muestras como la anterior, que nada tienen que ver con los refugiados, pero tal vez si con el origen de varios problemas me hacen pensar que no necesariamente dimos el salto evolutivo y que seguimos viviendo en el planeta de los simios.
Pareceré disco rayado si les digo que la situación mundial está cada vez más "pior" y no me extraña que haya gente gritando que el apocalipsis se encuentra a la vuelta de la esquina. Sin embargo, también existen muchas personas en diversas partes del mundo que están tratando de hacer de este planeta un lugar mejor para vivir, gente que trabaja en ONG's o por su cuenta propia. Lo que si es cierto es que no se necesita unirse a médicos sin fronteras ó payasos sin fronteras, ó psicólogos sin fronteras o al cuerpo de paz más cercano. Basta con cambiar un poquito nuestra actitud respecto a quienes nos rodean y no aportar más a nuestra ya de por si jodida existencia.
¿Qué les parece?

Un nuevo inicio

Parece cosa de risa, pero las tragicomedias de la vida suelen conducirnos, por muy trágicas y tristes que sean a tomar rumbos poco explorados.
Verán ustedes, cual historia de ciencia ficción, hoy me inicié en el noble y difícil arte de la repostería... O al menos esa es mi intención. Así que después de haber dado un cierre a una relación muy bonita pero lamentablemente terminada a distancia con un chico por demás genial y peatón como yo. Ayer me di a la tarea de recorrer media ciudad a pie, claro... Con mi tapete para yoga, mi maletita con mi ropa blanca, sudada y mis artículos de baño y otras monadas que las chicas solemos llevar en el bolsillo (o bolsote, a como mejor nos acomode) y sortear calles medio congestionadas hasta llegar a una tienda de autoservicio y surtirme de cocoa en polvo y harina suficiente para abortar varias misiones de proyectos para pasteles, muffins y panquecitos.
Afortunadamente para mi condición de peatona con aires de repostera, las cosas no salieron tan mal y sólo tuve que abortar el proyecto 01: un lindo panqué integral con manzana que no tuvo la suerte de ver el fondo de los estómagos de mis padres y amistades pues al parecer me entusiasmé al amasar la mezcla y el resultado no fue el esperado. Sin embargo, la charola de muffins de plátano que preparé mientras esperaba la fallida cocción del "piedra-panqué", tuvieron mejor suerte y destino; pues hasta mis vecinas se arriesgaron a probarlos y hasta a pedir pilón (espero que no necesariamente por cumplir con la etiqueta de invitado)
De verdad espero que no tengan una reacción alérgica o algo por el estilo, porque entonces esta historia realmente será más trágica de lo que ya es (recuerden que comenzó con un final... civilizado, pero doloroso). Aunque pensándolo bien, esta historia también tiene su parte cómica, hay personas que lidian con su dolor llorando, odiando, persiguiendo (al sujeto -objeto en cuestión), comprando (sólo para carteras algo alimentadas y no como la mía que anda en desnutrición), buscando, escondiéndose o dándose la vida loca... Para todo hay en esta vida, incluso para la repostería como es mi caso. Espero mi nuevo pasatiempo (en tiempos de lluvia) aguante la paciencia y consejo de mi madre, el bolsillo de mi padre (por lo de la cuenta del gas) y la salud de quienes prueben mis proyectos. Por lo pronto, yo seguiré caminando en esto llamado vida.

Saludos.