sábado, 27 de junio de 2009

Dos peatonas en un día gris

Amanecí hecha bolita, como gato; apenas me di cuenta de que ya era de día pues el sol no había invadido la habitación a pesar de que ya eran las once de la mañana y ni mi mamá había intentado despertarme, algo pasaba.
Cosa extraña, mi cabello amaneció hermosamente alborotado, caprichósamente ondulado y yo sin planes para lucirlo en la calle. Cuando bajé me encontré a mi mamá en la cocina terminando de preparar el desayuno, fue entonces cuando mi estómago me dio primera señal de estar despierta, ¡Ah! Porque lo del cabello, me hizo creer que seguía dormida.
Este día teníamos que ir al banco a hacer el pago de unos libros que encargamos a la libería el Sótano, pero entre el desayuno, la televisión matutina y la vanidad femenina, llegamos demasiado tarde para el banco y hasta para enterarnos que hoy hubo marcha gay con show y todo, y nosotras con las ganas de sacarnos el aburrimiento del cuerpo.
El día definitivamente era gris, pero no del gris animoso de los días nubladitos que tanto me gustan, sino un gris aburrido, chocante, perezoso y pegajoso. Incluso algunas personas parecían contagiadas de la enfermedad gris del aburrimiento. Poco faltó para que mi mamá y yo regresáramos inmediatamente a casa, pero no tenía ni 20 minutos que habíamos puesto pie en el centro, así que nos fuimos a dar una vuelta tratando de desempolvar la pereza.
Un corte de cabello nuevo y una hora después, decidimos que lo mejor era ir a la librería "La Proveedora" (uno de mis lugares favoritos en Oaxaca) a curiosear y de paso hacer hambre. Fue ahí donde, entre polvo de libros y varios títulos, me enamoré de un libro de recetas para postres y claro que después de hojearlo salí de ahí con hambre y con la promesa a mi misma de regresar por ese libro.
La parte buena vino casi al final, después de haber comido copiosamente y salido a dar otra vuelta, pero ya de regreso, por casualidad pasamos por el Museo de la Filatelia, qué lugar tan más lindo y agradable; desafortunadamente ya estaban por cerrar así que nos colamos rápido a la tienda para comprar una postal y una barra de laca dorada que pienso enviar como sorpresa de cumpleaños (la postal, claro) a alguien muy importante para mi en estos dos últimos años.
Por último, salí de ahí con otra promesa, regresar por un juego de sellos de madera con figuras de geisha... bastante divertido el asunto de recordar la infancia volviendo a decorar las hojas con sellitos.
Por lo pronto, estas dos peatonas regresaron a casa tan cansadas y empolvadas de aburrimiento que yo sigo pensando:
Definitivamente fue un día gris...

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